Vivimos
en un país de excesos. De contrastes. De amores, envidias y celos. De claros y
obscuros. De poca memoria y muchos olvidos. De drama y penuria infinita. También
de alegría y festejos –algunos absurdos-, que oportunamente rociados con
alcohol y ebrios de vino anulan las conciencias más frágiles. Vivimos en un
mundo de excesos. Y nadie parece querer ponerle freno…
Para corregir tales
barbaridades estaban los escribas. Tomaban nota de los exabruptos que había
emitido el soberano en estado de borrachera, a fin de repararlos cuando pasaran
los efectos del alcohol, restituir los impuestos y anular las medidas
inconvenientes.
No
ha cambiado mucho el mundo en estos 4.000 años. Los dirigentes –los que mandan
de verdad, no los de las urnas- siguen reinando ebrios, mitad de alcohol, mitad de dinero. Los licores corren también por la calle, para un pueblo distraído con la nueva
variante del “pan y circo” romano, convertido actualmente en cerveza y fútbol
-o culebrón y revista-. Los escribas no son más que tristes figurantes. Se
limitan a redactar unas leyes que fingen debatir, pero que reciben al dictado. Y oportunamente se les olvida ejercer de contrapeso a tantos y tantos excesos. Que dice el FMI
que nos bajemos los salarios..., que dice la UE que recortemos los gastos..., que
dice la Patronal que reduzcamos los contratos... Y ahí van los escribas con el
lomo doblado y la cabeza en el suelo, agachados. Con los bolsillos abiertos, con los ojos bien cerrados. Y sin corregir a tanto y tanto
borracho.
A
veces siento vergüenza, del esperpento, de las malas excusas y de los cuentos. Como
aquel de un ministro de Medio Ambiente que tenía acciones en una petrolera. O el de un disco duro lleno de datos que de repente se quedó en blanco. O como aquel de un Premio Nobel de la Paz que amenazó con declarar una guerra.
Mientras, el pueblo y los
escribas miran para otro lado. Solo escuchan de lejos a los amos: “Que corra el
alcohol. Que siga la fiesta”. Y ya veremos donde despertamos.
"- Aquellos que han elegido conducir a los demás deben renunciar a todo poder, a toda riqueza, sólo deben poseer la ropa que llevan, nada más, ni siquiera la comida del día siguiente. Así es como se podrá distinguir a los sabios de los falsos devotos vendedores de creencias.
- Pero, ¿cómo sobrevivirán esos sabios?
- El pueblo los alimentará cada día
- ¿No podría cansarse el pueblo un día de alimentarlos?
- Cuando en toda la superficie de la Tierra no se encuentre ya a un solo ser que quiera alimentar a un sabio, el mundo no merecerá a los sabios (...) entonces el mundo se quedará solo y sufrirá por su soledad"
Conversación entre Mani y Malco en
"Los Jardines de luz" de Amín Maalouf
Esos mismos que se rien de la gente, como bien dices borrachos de alcohol y dinero, esos que se juegan paises en juegos de mesa, esos canallas que venden sangre por petroleo, esos..asesinos de niños y de pueblos, de culturas ....pero tan canallas como ellos son aquellos que los apoyan.
ResponderEliminarY los silencios
EliminarAquells que manen i aquells que creuen manar. Un país d'excesos. Sí. I d'eternes i inútils disputes bilaterals. Marcats, amb o sense alcohool. Qué más da quien manda si, quien manda, no nos hace caso.Interesante.
ResponderEliminarGràcies. Haurem de fer que ens facen cas, no?
EliminarMe gusta el parrafo de Los Jardines de la Luz que incluyes al final, me hace pensar en hombres y mujeres que han conseguido que les alimenten cada dia
ResponderEliminarA mí me genera inquietud: "el mundo no merecerá a los sabios (...) entonces el mundo se quedará solo y sufrirá por su soledad"
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