El
otro día se me paró el mundo. En seco. Después de unos meses de
desasosiego, después de un periodo de -falsa- incertidumbre, de espera
inevitable y de final anunciado. Todo se detuvo por un instante. El tiempo
necesario para coger aire. Y seguir andando.
La vida es como el equilibrista de circo. Cuando eres joven no te da miedo, coges la vara y hacia adelante. A comerte el mundo. Luego, conforme adquieres compromisos la vara pesa más, necesitas que el cable sea más grueso y que haya una red debajo. Pero eso lo haces a costa de renunciar a ciertas libertades y a alguno de tus sueños. Entonces tienes que llegar a un pacto. Un pacto entre lo que eres, lo que siempre has soñado ser y lo que realmente puedes llegar a ser.