martes, 6 de agosto de 2013

el ancla y las llaves


Todos necesitamos un ancla. Algo que nos sujete, firme, a la tierra y nos impida ir a la deriva en este océano infinito que nos envuelve y nos rodea. Un punto al que aferrarnos y poder sobrevivir cuando suba la marea. Una referencia. Un lugar donde volver y sentirnos seguros - y poder tocar mare, que decimos en Valencia-. Un lugar. Un ancla. Unas llaves. Un recuerdo, todo vale...

El lugar puede ser físico -una casa, una montaña, el mar, el cielo, un bar, una calle…-. El ancla, emocional: la familia, la que te acompaña desde que naces y la que eliges. El recuerdo, etéreo pero imborrable. Y las llaves... son las llaves. Así, tan sencillo y tan fácil.

En algunos países de Sudamérica se llama “llaves” a los amigos. A los de verdad. A los de siempre. Lo cuenta Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos”. Y dice también Galeano que le contó Benedetti que “las llaves” le salvaron la vida en la dictadura Argentina. Las llaves de las casas de los amigos donde acudía cuando lo perseguían para desaparecerlo.  




Ahora vivimos otro tipo de dictadura -económica más que política-. Más moderna, pero con algunos métodos como los de antes, como las propuestas de delación de la ministra Fátima Báñez. Y de nuevo “las llaves” vuelven a ser importantes. Ahora ya no vienen a desaparecernos sino a desahuciarnos. Más de 400.000 familias a la calle en 6 años en esta España del siglo XXI. Es inevitable pensar qué hacer si te toca -porque cualquiera con hipoteca y trabajo precario está amenazado-. Dónde ir, dónde llamar. Y de qué puertas tienes llave.

No sé cuantas “llaves” tengo. No las cuento. Prefiero pensar que simplemente las tengo. Prefiero pensar que los tengo. Aunque a veces los descuido, aunque a veces los mantengo a una prudente distancia emocional. Sé que están y con eso me basta. Aunque no nos veamos en semanas, meses o años. Sé que saben cuando vivo y cuando disfruto. Sé que saben cuando sufro y cuando lloro. Y sé que están. Sé que saben que también me preocupan, aunque no siempre lo exprese. Ahora aprovecho. Va por vosotros, mis llaves. Tenéis abiertas mis puertas.


"En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre. En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma, y llave por… 
- Llave, por llave – me dice Mario Benedetti. 
Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror él llevaba cinco llaves ajenas a su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron"  
Eduardo Galeano (El libro de los abrazos)

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