lunes, 30 de junio de 2014

la banda de jazz


Es difícil andar acompasado. Conjugar necesidades e intereses, latidos y deseos en esta época en que se impone el yo sobre el nosotros. El ego, siempre el ego...

Cuesta conjugar el uno con el dos, el dos con el tres y el tres con el cuatro -cinco ya son demasiados-. Es difícil caminar acompañado con alguien con quien compartir pasos, afectos, proyectos e ilusiones. 

Cuesta saber cuando poner pausa y cuando acelerar el paso. Cuesta acertar a elegir los momentos de descanso. Cuesta definir el punto adecuado de sal y de revoluciones. Y cuando cambiar la marcha. Y cómo hacerlo sin dar saltos innecesarios.    




Es difícil andar acompasado en una armonía que recoja toda la musicalidad posible, que permita conjugar el bajo con el tiple; trompetas y trombones, timbales y violines. Sonrisas y mordiscos. Cuesta acompasar los ritmos, sonidos y velocidades. Como una melodía infinita de notas disonantes a las que darle sentido y darle también aire libre.

Como una banda de jazz, donde cada uno elige y, sobre una misma base, improvisa, escoge y decide su propia interpretación, que a veces desentona y confunde pero guarda siempre un hilo común invisible al ritmo del contrabajo -constante, preciso, pausado-. Un punto al que regresar donde sentirse seguro. Un punto al que regresar después de haberse perdido. Bum…bum…bum…bum. Como latidos casi imperceptibles que te van señalando la dirección y el camino. Bum…bum…bum…bum…   

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Es difícil andar acompasado y encontrar buenos músicos -y buena gente- para esa banda de jazz que le pone melodía a tu vida. Así que cuando encuentres el ritmo y los compañeros adecuados, no los sueltes, intenta mantenerlos a tu lado. 


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