miércoles, 24 de junio de 2015

En blanco

No sé cuantas hojas le quedan a este cuaderno. Creo que tenía cien cuando me lo dieron -o puede que algunas menos-. No lo recuerdo…


Algunas páginas están en blanco, esperando a que llegue su momento, otras, llenas de tachones -y algún que otro rallajo-. Las menos las fui arrancando y apenas resta ahora un pequeño reborde, desgajado, como testigo mudo de su presencia primitiva. Ahora me arrepiento... 

Me arrepiento de haberlas arrancado porque formaban parte de la esencia del cuaderno, al igual que los errores -los aciertos-, los desengaños -las sorpresas-, las decepciones -las alegrías- forman parte de nuestra vida. Durante un tiempo intenté ignorarlos, como si al no verlos, no existieran; como si me avergonzara y quisiera taparlos con un tipex -imperfecto- que devolviera una apariencia -también imperfecta- de corrección y decoro. 


Imagen: www.desmotivaciones.es

Un tipex de pincel fino y de trazo grueso. Que con las prisas y la impaciencia por volver a reescribir los tachones -con la obsesión de cubrir de blanco los errores para que nadie los viera- no dejaba tiempo a que reposara y secara, y así, acababa emborronando, más si cabe, lo que en un principio estaba limpio de pecado

Y cuando el borrón era de tal dimensión que no había manera de ocultarlo, cuando se convertía en el inevitable punto de atracción mirara donde mirara, cuando era incapaz de centrar mis esfuerzos fuera de aquel diminuto empastre de tinta y pasta, no quedaba más remedio que arrancar la hoja de cuajo. Y empezar de nuevo. Aunque hubiera que reescribir uno, dos, tres o hasta cuatro párrafos enteros. En los momentos de mayor frustación, pensaba incluso, en empezar de cero el cuaderno. Vaya pérdida de tiempo. 

No quiero empezar de cero. Me canso de ocultar mis equivocaciones y vestir de blanco imperfecto. No me canso de reescribir o repensar, pero sabiendo, eso sí, de donde vengo: este es mi cuaderno, estos son mis errores y estos son mis aciertos. Y mirarlos alguna vez, intentar leer por encima -o por debajo- de los tachones y recordar el por qué, y recordar el cuando. 

Aún me quedan suficientes hojas para intentar ser feliz -en realidad con una es suficiente-. Y que más da si el resto está lleno de rallajos, a veces incomprensibles, a veces innecesarios. Cuantos más borrones, más vivo. Cuanto más tacho, más aprendo -eso espero-, aunque no siempre sea consciente. 




Desconfía de quien tiene un expediente inmaculado. Desconfía de quien no se tropieza y yerra. Desconfía de quien no se equivoca y no llora. Desconfía de aquel que, en apariencia, tiene todo su cuaderno lleno de perfectas hojas en blanco. Pobre ingenuo, pobre diablo. 


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