martes, 11 de noviembre de 2014

ilusionistas e ilusos

Recuerdo una vez un mago. De pequeño, creo que era en un cumpleaños. Iba vestido de largo -el mago- con chaqueta, chaleco, corbata y pañuelo en la solapa -blanco-. Hacía juegos de cartas, hacía juegos de manos, doblaba la varita rígida/mágica y sacaba dinero de nuestras orejas. Y mientras, nosotros, le observábamos absortos. Cuanta inocencia...
Recuerdo ese mago con una cierta nostalgia y una cierta tristeza, por los años y los sueños pasados -por los años y los sueños perdidos- entre truco y truco de magia. Con una cierta distancia y una cierta pena hacia aquel mago que ahora recuerdo -imperfecto, demacrado, viejo- intentando satisfacer la curiosidad de unos niños inquietos en medio de una comunión -que no cumpleaños-. Le recuerdo sudoroso, con nervios y un leve temblor en los ojos. Pobre mago inútil. 


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Recuerdo ahora otros "magos", también de chaqueta y corbata. Ilusionistas en busca de ilusos, cautivadores de ingenuos, artistas de la palabra y de las promesas falsas, flautistas de dudoso ingenio. Durante años, décadas -hay quien dice que siglos- se han ido transmitiendo -en secreto- los trucos de unos a otros, mientras el público aplaudía -inconsciente, entregado- cuando la paloma salía volando del pañuelo, cuando el conejo asomaba asustado en el sombrero, o cuando fingía -el mago- dividir en tres el cuerpo de su ayudante. Aplaudían, sobre todo, cuando aparentaba multiplicar el dinero y hacer que lloviera del cielo. 

Hubo un día -pero- en que un espectador, ajeno a las distracciones, pensó. Pensó que algo chirriaba en ese juego de espejos. Que ellos ponían dinero, en la entrada -cada vez más cara-, pero los números de los magos cada vez eran más tristes. Y ya no había palomas, y ya no había conejos, y el poco y escaso dinero, desaparecía rápido entre sus dedos ocultos bajo los guantes -blancos, como el pañuelo-. Los magos, pero, insistían, en mostrar -plasma por en medio- sus mangas arremangadas, sus manos -aparentemente- impolutas, limpias, y su mirada fingida mientras eran capaces de afirmar una cosa y la contraria -¿y la vergüenza? bien, gracias-.

Algunos de los espectadores se convencieron, y no preguntaron de nuevo. Pero hasta los más crédulos hubieron de reconocer los excesos cuando a los llamados "magos" empezó a rebosarles la avaricia, a derramarse cuál torrente, de los bolsillos al suelo, rodando monedas y billetes de ceros infinitos, obscenos. 

Obscenos. Se les ha acabado el chollo. Se les ha acabado el juego. A pesar de los ingenuos. A pesar de intentar azuzar el miedo, ese miedo que ahora resopla en su nuca, y que -al fin- se ha decidido a cambiar de bando.   

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Recuerdo otra vez aquel auténtico mago, de pequeño. Y recuerdo otros similares, recorriendo aldeas y pueblos maleta en mano. Pero no recuerdo ninguna maga. Supongo que -haberlas- haylas. 

Solo me viene una Maga a la cabeza. Y sé la inventó Cortázar, en "Rayuela". En ese sambori que es la vida, ahora salto, ahora caigo. Ahora retrocedo, ahora avanzo. Y sin trampas. Y sin magos. Donde estará ahora la Maga? Dónde se quedó la magia? 




"A Oliveira lo fascinaban las sinrazones de la Maga, su tranquilo desprecio por los cálculos más elementales. Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad."Y si no me hubieras encontrado?" le preguntaba. "No sé, ya ves que estas aquí…". 
Inexplicablemente, la respuesta invalidaba pregunta, mostraba sus adocenados resortes lógicos. Después de eso Oliveira se sentía más capaz de luchar contra sus prejuicios bibliotecarios, y paradójicamente la Maga se rebelaba contra su desprecio hacia los conocimientos escolares. Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra… (…)  
- Lo absoluto -decía la Maga, pateando una piedrita de charco en charco-. ¿Qué es un absoluto, Horacio?Mira -dijo Oliveira-, viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante".


Rayuela, Julio Cortázar

2 comentarios:

  1. Si que hay magas como hay brujas buenas y malas ( desde Madrid pasando por Castilla La mancha y llegando a Valencia capital , cerca de la plaza de 15M ) . Tambien hay ilusionistas y discrepo de alguno de tus magos , esos son estafadores de ilusiones y asesinos de la magia! Un abrazo!!

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    1. Con las magas me refería a las magas en el sentido literal de la palabra. De las magas ilusionistas ya sé que hay unas cuantas. Cada vez más viejas. Y cada vez más feas. Poco les queda.

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