Los
ojos al suelo y la mirada perdida. La espalda encorvada, el cuello vencido. Rodillas
dobladas, manos en tierra. Que nadie se atreva a levantar la cabeza…
Y
el juego es desigual, desde la primera casilla. Unos van descalzos, arrastrando cadenas; otros en carruajes y pañales de oro.
El
peso es la deuda, convertida en un lastre que frena las posibilidades, deseos,
realidades y esperanzas. Deuda convertida en obligaciones imposibles de
cumplir, para que toque ceder y agachar el cerviz de nuevo. La deuda multiplicada
de forma incomprensible en esta época de recortes salvajes -y ávaros aún más salvajes-.
Ya tenemos más de un billón de euros de deuda pública en España –salimos a unos 20.000
euros por cabeza-, más del 100% del PIB. El doble que hace solo 10 años.
Somos 'paganos' de una deuda que no hemos generado -ni hemos aceptado generar-. Somos
víctimas de una deuda artificial -¿por qué pagarla?-. Dicen que en parte es por culpa de que
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Cierto. Concretamente por
encima de las posibilidades que una minoría decide que debe de ser nuestro
techo. No sea que vayamos a tocarles sus privilegios.
Y justifican en esa falta de dinero la quiebra de algunos servicios hasta ahora esenciales, y asumen -sin vergüenza alguna- que sí lo hay para rescatar a la banca.
“Si controlas la deuda, lo
controlas todo”, contundente frase de un banquero, -de ficción eso sí-. La dice un directivo
del IBBC en la película “The Internacional. Dinero en la sombra” una de esas en
que de tanto en tanto Hollywood se permite algunas licencias y lanza algunos
mensajes contundentes, oportunamente camuflados entre persecuciones y tiroteos.
Pero así a palo seco, queda duro -y claro- el discurso.
“Se trata del control (…) El objetivo de los bancos es controlar la deuda que generan los conflictos. El valor real de un conflicto, el verdadero valor reside en la deuda que genera. Si controlas la deuda, lo controlas todo. Es la verdadera esencia de la industria bancaria: convertirnos a todos, naciones e individuos, en esclavos de las deudas”.
Yo
marco las reglas. Yo marco quien juega. Que nadie se atreva a levantar la
cabeza…
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