viernes, 18 de julio de 2014

sin sentidos


Primero me olvidé de la ‘o’. Fue leyendo, una tarde de verano. Trataba de sobreponerme a una traducción insufrible de “El Gran Gatsby” de Scott Fitzgerald cuando de pronto dejé de entender el significado de algunas palabras que aparecían cada vez más borrosas ante unos 'ojos' cada vez más caducos... 

En cuestión de segundos me quedé sin 'voz', perdí también el ‘olor’ y de forma paulatina fui consciente de que me estaba quedando ‘sordo’. Poco después dejé de entender la ‘a’….

Y sin ‘a’ me quedé sin ‘habla’. Sin ‘a’ dejé también de ‘amar’. Y me olvidé del ‘nosotros’. Sin ‘a’ acabé por no encontrar mi ‘alma’. Todavía podía ‘leer’, aunque ya solo lo entendiera a medias. Todavía podía 'escribir', aunque nadie lo entendiera. Todavía podía ‘reír’, aún podía ‘sentir’. Pero no reía -y tampoco sentía-.


"Proyecto Eden" Flickr

Poco a poco fui perdiendo el resto de las vocales. Intenté hacer juegos malabares con algunas de las consonantes para tratar de dotarlas de algún sentido: “strhtzjtspñ” “trlnkhjgfcs…”. Por más que lo intentaba no lo tenía. Y aunque no era consciente de que podía llorar, lloraba.

Quedaban los gestos, como un mecanismo primitivo y tosco de comunicarme. Así lo hice con unos transeúntes que para mi desesperación no pudieron comprenderme. Insistí, y salieron huyendo. Siempre huimos de lo diferente, de lo que no entendemos.

Llegaron los temblores, y ya ni los gestos valían. Andaba solo, a trompicones, desorientado en un mundo en el que ya no sentía -y ya no me sentía-: sin habla, sin palabra, sin visión, sin tacto, sin olor… recluido en una realidad amorfa carente de símbolos y significados, vacía de señales y referentes, sin posibilidad alguna de comprender objetos, colores y sonidos lejanos de lejanas declaraciones absurdas y de algunas bombas -todavía más absurdas-, acompañadas de un silencio cómplice

Me quedé solo, lleno de vacío, mientras en la distancia, la ciudad continuaba ajena al sufrimiento ajeno, ataviada con su capa de indiferencia.

Entonces solo y amorfo… decidí empezar de cero. Primero recuperé la ‘o’. Y con ella vino ‘voz’. Volví también a saborear tus ‘ojos’. Luego me reencontré con la ‘a’. Y me reconcilié con mi ‘alma’


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