Una
pared, una pelota, un frontón, una cabeza que golpea -y golpea- insistente sobre
el muro de piedra. Que rebota y rebota. Que rebota y golpea. Hasta que sangra
-y sangra-. Y no se da cuenta…
Y lo
peor no son las energías invertidas, ni el fracaso -inevitable-. Lo lamentable es no aprender, no quitarnos las orejeras, y acabar dejando que nos abrace la
resignación, el abandono, la desidia y la tristeza. Para qué luchar si no puedo
alcanzar la victoria. A
veces nos empeñamos en querer convertir en eternos algunos absurdos castillos
de arena.
Me
lo dijo -sin decirlo- Manolo, un buen amigo con el que estuve recientemente
caminando hasta Santiago. Un día, tumbados bajo un árbol después de andar 20
kilómetros y después de comer -bien, para qué engañarnos-, dejábamos escapar el
tiempo hasta que aliviara el calor que nos había azotado durante la mañana. El
sol, pero, seguía -insistente-, y perseguía nuestros intentos de protegernos
bajo las ramas del viejo castaño. “Puto sol”, creo que dije, “vuelve a darme en
toda la cara”. Manolo, sin inmutarse, bien guarecido en su parcela
de sombra, simplificó y exageró el consejo: “Muévelo. Mueve el Sol”. Y asunto
resuelto.
Cuanta
filosofía en tres palabras: Mueve el sol. Algo así como decir: “¿De qué te
quejas?, Muévete tú que puedes. Si no le pones remedio es porque no quieres.
Está en tu mano”. Y es cierto. Está en nuestra mano resignarnos a la
cotidianidad y está en nuestra mano intentar darle la vuelta, plantearnos
objetivos, a veces complicados, difíciles o aparentemente imposibles.
Está en nuestra
mano actuar, movernos, andar, ir dando poco a poco los pasos que nos acerquen
allá adonde quiera que caminamos. Luchar y levantarnos cuando nos duelan los
pies; luchar y levantarnos cuando nos duelan las manos. Luchar y levantarnos
cuando nos sangre el corazón y el alma. Y ser conscientes de que no siempre hay
recompensa.
La
peor derrota es la que nos autoimponemos. El peor fracaso es por aquello que no
intentamos. “Vivir pasivamente” dice el filósofo José Antonio Marina en el libro “La Creatividad literaria”, “limita nuestras posibilidades de actuar, nos debilita
y somete a servidumbres varias, enmohece nuestras capacidades y puede
intoxicarnos de comodidad”.
Comodidad.
Estamos intoxicados de comodidad, de excusas y de muros invisibles que a veces
creemos más firmes que los de piedra.
Y mientras, la tierra gira. Y mientras, la vida pasa. Y mientras, el Sol camina despacio en el cielo, ajeno a nuestras miradas y a nuestros ridículos intentos por moverlo desde la distancia. Y mientras, el moho -silencioso- comienza a acumularse en nuestras espaldas.
Y mientras, la tierra gira. Y mientras, la vida pasa. Y mientras, el Sol camina despacio en el cielo, ajeno a nuestras miradas y a nuestros ridículos intentos por moverlo desde la distancia. Y mientras, el moho -silencioso- comienza a acumularse en nuestras espaldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario