viernes, 16 de mayo de 2014

caminando


El otro día se me paró el mundo. En seco. Después de unos meses de desasosiego, después de un periodo de -falsa- incertidumbre, de espera inevitable y de final anunciado. Todo se detuvo por un instante. El tiempo necesario para coger aire. Y seguir andando.

Ahora ya puedo dar cuerda. Ahora ya puedo dar pasos. Ahora ya puedo andar, aunque a veces lo haga a ciegas, aunque a veces vaya tan despacio que desde la distancia parece que no avanzo. Avanzo. Despacio. Avanzo.

Para andar no siempre hace falta saber el camino, ni tienes que seguir las señales, ni tienes que seguir otros rastros. Sólo hace falta seguirte a ti mismo. Obvio. Puedes andar por andar -hasta encontrarte-. Puedes andar por experimentar. Y conocer nuevas rutas. Nunca sabes que esconde un desvío inesperado -ni si tiene retorno, ni si tiene salida, ni si tiene peligro-. Puedes andar, arrepentirte e intentar desandar lo andado. Todos hemos torcido alguna vez los pasos. Avanzo. Retrocedo. Avanzo.

Puedes andar por huir, sin saber bien el por qué, sin saber bien de quién, ni si quiera saber cuánto. Puedes andar con la conciencia en la espalda y la sombra en un costado. Puedes andar solo. Y no pasa nada. Y no pasa nadie. Aunque mejor siempre acompañado. Puedes andar con red -temeroso, mirando siempre hacia abajo-. O puedes andar sin red -temerario- e intentar saborear cada piedra, cada río, cada cielo. Puedes andar y soñar a la vez. Puedes andar y llorar -también a la vez-. Avanzo. Sonrío. Lloro. Avanzo.

Puedes andar y rendirte al primer contratiempo. Puedes andar y gritar tu verdad. Puedes andar y tragarte el dolor y la rabia. Y tener que parar para reorientar coordenadas, para diseñar nuevos retos. Y levantarte. Y calzarte las botas de nuevo. Y hacer camino. Y hacer memoria. Aquí estamos. Andando. Avanzo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario