Tengo
un reloj dormido que anda algo equivocado. Tengo un ombligo perdido y un laberinto en
los párpados. Tengo un corazón desnudo que a veces se despista cuando intenta
dar las horas. Y a las nueve son las cinco. Y a las cinco son las cuatro...
Tengo
un reloj confundido que nunca sabe bien cuando tiene que dar los cuartos. Ni
cuando marcar el ritmo, ni cuando acelerar el paso. Me apremia cuando me calmo; si tengo prisa, va
despacio. De repente me urge convencido de que llego tarde a
un lugar donde nadie me espera. Y se duerme aquellas veces en que sí voy con retraso.
Voy
con retraso. Eso creo cuando veo correr a todo el que me rodea, aunque no sé
cuál es el final, ni sé bien si esa es de verdad la meta. Tampoco sé si ellos lo saben,
aunque algunos lo aparentan. Disimulan la ignorancia dando importancia a la urgencia.
Y
así me encuentro, perdido en mitad de la calle. Con un reloj dormido que no me
ayuda aclararme… Y ahora, perdona que ya no te haga caso, pero llego tarde. No sé adónde, pero llego
tarde.
Tengo
un reloj dormido con el corazón cansado. Y a las once son las cinco. Y a las cinco son
las cuatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario