viernes, 27 de septiembre de 2013

la vida en el espejo


A veces me canso de mirar a los ojos y no ver nada. O no saber verlo. De deambular perdido mirando hacia el suelo; mirando hacia el móvil o mirándome el ombligo –que viene a ser lo mismo-. A veces descubro que en realidad no observo, solo aprecio, rápido, mi reflejo. Y no sé quien eres. Y no sé quien soy. Y no sé quienes somos...

Es difícil saber quienes en realidad somos, quien es en realidad el otro. En lo profundo, digo, en el fondo. En la mayoría de las ocasiones nos quedamos en la apariencia, en la superficie, en el acceso. Y no hacemos sacrificio, ni esfuerzo por ir más allá, por ir más adentro. Por rascar un poco y conocer alegrías, preocupaciones y miedos. Jugamos a reconocer saltándonos el paso previo. 

Estamos rodeados de falsos conocidos y de falsos extraños. De caras familiares y corazones ocultos, de gestos cotidianos y de dramas obscuros, de preguntas mecánicas y conversaciones vanas, de miradas huidizas y miradas opacas, de convenciones absurdas y prisas vulgares. De excusas, de comodidad, de falta de ganas. Estamos encerrados en un proyecto de vida que no cumple las expectativas. Y no puede cumplirlas. Demasiados objetivos, demasiados números, demasiados cálculos. Demasiado tiempo perdido en el espejo. 

Y no sé quien eres. Y no sé quienes somos. Y no sé quien me rodea, o si quien me rodea finge y en realidad es otra persona. Como Renée Michel, aquella portera de “La elegancia del erizo” que escondía su afición a la pintura y la literatura rusa. Ocultaba su esencia bajo el estereotipo de mujer desgraciada inculta, antipática, servil, resignada a aguantar las ofensas, las desidias de los otros vecinos. “Cuan rápido sacamos conclusiones por la apariencia y la posición, sobre la inteligencia de los demás…” dice Muriel Barbery en ese libro.

“La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalitos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”



A veces lo pienso. Y a veces me esfuerzo. Y quiero compartir. Y quiero conocer, consciente de lo que me pierdo. Pero solo es a veces. ¿A qué le tengo miedo?


“Nunca vemos más allá de nuestras certezas, y lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes. (…) 
Yo suplico al destino que me dé la oportunidad de ver más allá de mi misma y de conocer a la gente"

Muriel Barbery "La elegancia del erizo"






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