lunes, 6 de mayo de 2013

no termina nunca


Nunca sabes de verdad como eres hasta que no te enfrentas a una situación difícil. Hasta que no superas la prueba. Las pruebas. Hasta que no miras al dolor a los ojos. Nunca sabes como es la persona que te acompaña hasta que no vives un drama…

Es la premisa de la que parte Isabel Coixet en la película “Ayer no termina nunca”. Un matrimonio que se ha roto después de la muerte de su hijo de sólo 7 años. Ella (Candela Peña) enloquece y él (Javier Cámara) huye sin decir adiós.

Cinco años más tarde un reencuentro forzoso les obliga a enfrentarse a su pasado común. A intentar coser las heridas mal curadas -eso sí después de soltar algún que otro mordisco, algún improperio y un cúmulo de reproches mal archivados-. A odiarse y a entenderse de nuevo. Y a compartir lamentos. A asumir que ninguno escogió el camino correcto. A descubrirse imperfectos ante una vida que truncó sus sueños. Su sueño.

Es una película de palabras y gestos -y a veces algún bostezo-. Lenta, con solo dos personajes, y con apenas escenarios acordes a una España inmediata en plena decadencia. Pero la estética es lo de menos. También es intensa. A veces extraña. Y, sobre todo, importa el poso de reflexión interna: ¿cómo reaccionaría yo? ¿cómo reaccionaría ella?

Nunca sabes de verdad como eres hasta que no lo ves con tus ojos. Y cuando llega, y luchas y no huyes -a pesar del miedo, a pesar de las tentaciones, a pesar de las miserias- te alivias y te alegras. Y si ella tampoco huye -y también lucha- te sientes la persona más afortunada del planeta.

Nunca sabes de verdad como eres… hasta que lo sabes. Pero sólo hasta la próxima batalla.  



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