domingo, 19 de mayo de 2013

las edades de la muerte


No te das cuenta de que cómo de mayor te haces hasta que no alcanzas a tus muertos. A tus referentes, a tus familiares, a tus amigos. A los que ya no están. A los que ya se fueron...

Hoy hace seis años que murió mi amigo José. De una neumonía. Tenía 37 años -los que ahora yo tengo-. José era energía pura. Era vitalista, luchador y un poco utópico. Transmitía tantas ganas de vivir que a veces me avergüenzo de estar vivo -y de que él este muerto-. No lo merece. Nadie lo merece en realidad -casi nadie-. Pero no queda otro remedio. La muerte siempre gana en este juego. Aunque sea un juego tan inocente como el del escondite inglés que Rosa Montero explica en “La ridícula idea de no volver a verte”. A José le hubiera gustado la metáfora.

Le debo mucho a José. Las ganas de contar cosas y alguna que otra enseñanza que no acabo de poner en práctica. Como que la vida no tiene más limitaciones que las que uno se impone: ni las apreturas económicas, ni las dificultades de salud, ni los condicionantes sociales pueden evitar que uno sea feliz. O al menos que lo intente.

Ese era José. Nada le limitaba, a pesar de todas sus circunstancias -ahora sí, la muerte-. Hay otras formas de vivir con limitaciones: aceptarlas sin luchar. Y ser cómodo. Aún hay otra cosa peor: No tener limitaciones y no saber ser feliz.

No te das cuenta de que cómo de mayor te haces... hasta que te das cuenta. Aunque, a veces, demasiado tarde.





“La Muerte juega con nosotros al escondite inglés, ese juego en el que un niño cuenta de cara a la pared y los otros intentan llegar a tocar el muro sin que el niño les vea mientras se mueven. Con la Muerte es lo mismo (…) Nos pasamos la vida contando como el chico del juego, entretenidos o aturdidos, sin pensar en que nuestra existencia tiene un fin. Pero de cuando en cuando recordamos que somos mortales y entonces miramos hacia atrás sobresaltados, y ahí está la Muerte, sonriendo, quietecita, muy modosa, como si no se hubiera movido, pero más cerca, un poquito más cerca de nosotros. Y así, cada vez que nos despistamos y nos ocupamos de otras cosas, la Muerte aprovecha para dar un salto y aproximarse. Hasta que llega un momento en que, sin advertirlo, hemos agotado todo nuestro tiempo; y sentimos el aliento frío de la Muerte en el cogote y, un instante después, sin siquiera darnos ocasión de mirar hacia atrás su zarpa toca nuestra pared y somos suyos”

"La ridícula idea de no volver a verte"
Rosa Montero 

4 comentarios:

  1. Por desgracia son lecciones que normalmente sólo recordamos cuando ya es demasiado tarde... precioso el post y enorme el mensaje, es totalmente necesario aprender y poner en práctica que la vida son dos ratos y más nos vale aprovecharlos...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo importante es ser conscientes que aunque la partida está perdida desde el principio, no tenemos que vivir derrotados.

      Eliminar
  2. Me encanto el post. Cuanta razon. A Jose lo conoci poco (creo recordar alguna cerveza juntos), pero me identifico tanto con el mensaje.........
    Carpe Diem amigos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues eso, que Carpe Diem, y que más cervezas y menos obligaciones. (Por cierto, ya me dirás quien eres)

      Eliminar