martes, 9 de abril de 2013

de sonrisas y etruscos

Nos hemos quedado un poco huérfanos. Nos falta la voz, la reflexión y la palabra de José Luis Sampedro, una de la mentes más lúcidas, más críticas y más certeras que nos quedaban. Un pequeña luz en este camino de sombras, tinieblas y navajas. Se ha querido ir en silencio. Hace ahora dos días. Sin las estridencias y los honores que otros reclaman sin merecerlo...

Era economista y humanista, aunque ahora suene contradictorio juntar en la misma frase esos dos conceptos. Sampedro lo hacía. Y nos lo recordaba en cada conferencia, en cada charla, en cada entrevista, en cada escrito. Defendía la dimensión humana de la economía, lejos de los números fríos y de los despachos. Lejos de los recortes y de los decretazos. Con la mirada limpia, la palabra fuerte y sin peajes en las manos. Golpeando las conciencias y siendo ejemplo de vida. Con 96 años.



Sampedro también era escritor. Con sus virtudes y sus defectos. O mis defectos. No le entendí en “El amante lesbiano”, pero me emocionó en “La sonrisa etrusca” una de las novelas más tiernas que recuerdo. Es la historia de un abuelo de Calabria, Salvatore, que en su traslado a Milán para luchar contra un cáncer, se aferra a su nieto recién nacido, Bruno, Brunettino. Se hacen cómplices nocturnos, amigos. Y comparten confidencias. Reflexiones en voz alta de un abuelo, que suple con abrazos la falta de entendimiento del nieto.




Es la historia de un relevo. Las enseñanzas de un hombre de pueblo, un veterano partisano de Calabria, sobrepasado por la ciudad, Milán, y por el mundo moderno. Un hombre sencillo que no entiende las complicaciones ni los miedos de nuestro tiempo. Ni las rutinas, ni los conflictos, ni la falta de afectos. “¿Complicado? Es fácil. Basta querer” dice Salvatore, el abuelo. “Es fácil. Basta querer” decía también Sampedro.



Sarcófago de los esposos, urna cineraria etrusca del siglo VI a. C. 
Museo Nacional Etrusco 

Algunas frases de las novelas José Luis Sampedro:  
“Los humanos, cuando nos damos cuenta de lo que es la juventud y sabemos qué hacer con ella, entonces ya no es nuestra” (La senda del Drago) 
“Vivir no es hacer las cosas o sentir la ilusión de que las hacemos. Antes que ellas y aún sin ellas, vivir es sentirse vivo” (La senda del Drago)
“- No debe tener fijaciones de cariño… comprende? Deben soltar, ser libres… Es complicado padre, pero, créame, los médicos saben más”. Cada palabra provoca en el viejo un rechazo. “¿Complicado?, Si es sencillísimo! Basta querer”  (La sonrisa etrusca)  
“Se puede, se puede - repite esa voz tajante-. Siempre se puede, cuando se quiere…” (La sonrisa etrusca)
"Mientras procura apaciguar la bicha, se pone los pantalones, se echa encima su manta, y ya, como de costumbre, avanza sigiloso por el pasillo. Llega hasta la cuna sin un ruido: por algo se encargaba en la partida de las descubiertas más difíciles. Se inclina sobre la carita: ese blanco imán que pone luna llena en todas sus noches..." (La sonrisa etrusca)
“El día es de los que mandan, sí. Pero la noche es nuestra” (La sonrisa etrusca)
“En los dormidos labios del viejo se ha posado, como una mariposa una sonrisa: la idea que aleteaba en su corazón cuando le envolvió el sueño: Grande, la vida” (La sonrisa etrusca)

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