el barco pirata

Nunca lo tuve y quizás por eso más lo ansié. Lo recuerdo imponente, con su grandeza, sus banderas y sus cañones. Surcando por mares y oceános imaginarios, infinitos, inexplorados. El Barco Pirata de los clicks de Playmobil fue uno de mis sueños de infancia incumplidos. No muchos, cierto, no puedo quejarme. Con el tiempo y los años lo olvidé. Ahora ya lo entiendo...

Me ha costado darme cuenta que el Barco Pirata era algo más que un juego. El Barco Pirata es real. Y todos viajamos en él. Aunque no lo sepamos y seamos protagonistas involuntarios. Y engañados. Como en el anuncio, vivimos en un mundo de cartón piedra y de decorados falsos. 

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Los piratas de hoy en día no llevan pendiente en la oreja, ni tienen pata de palo. No beben ron y no necesitan garfio ni espada con la que amedrentarnos. Los piratas de hoy visten de traje y corbata. Y cuando pueden, te la clavan por la espalda. Con decretos, con indultos o con abusos varios. Nos roban la confianza. Nos hurtan las ilusiones con sus buenas apariencias y sus falsas palabras.

Ya no esconden su botín en islas perdidas ni transportan sus tesoros en cofres. Ahora se lo llevan a Suiza y se lo reparten en sobres. El día menos pensado los echamos a los tiburones. Por indecentes y desalmados. Al menos, los de antaño, parecían más honrados. 

"Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar"
Canción del Pirata  José de Espronceda